Esto no pretende ser un análisis extricto acerca de la quema de libros en la historia, sino una advertencia mínima sobre los cambios que puede sufrir cualquier civilización cuando sus más grandes logros culturales son destruidos. Desde siempre oímos hablar de ataques a grandes bibliotecas o centros religiosos dueños de miles de libros. El mundo ha quemado mas libros de los que ha leido. La quema de libros es más que su simple destrucción, es el símbolo de la represión a la libre expresión de un pueblo, a su folclore y cultura específica. Los libros nos construyen como sociedad, nos diferencian como seres, hacen que encontremos posobles soluciones a los problemas, nos enseñan, nos marcan, llevan en si mismos la insignia de la evolución de las palabras y de los idiomas.
Muchas veces el ego no nos deja apreciar el valor de estas obras llamadas libros, caemos en la tentación de creernos los creadores absolutos, entonces si somos aquellos que los creamos podemos destruirlos. Así caemos en la ingenuidad y luego en la derrota de convertirnos en huérfanos intelectuales. Quemamos libros, y entonces quemamos historia, quemamos vidas...Quemamos sin saberlo, hoy, incluso, sin fuego, la oportunidad de que los millones de escritos nos acompañen en la aventura de crecer y moldearnos a nosotros mismos como personas.
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